Errores arbitrales marcan el partido en Son Moix
Ficha técnica
1 - Real Mallorca:
Toni Prats; Cortés, Nunes, Ballesteros, Fernando Navarro; Jonás Gutiérrez (Campano, min. 73), Pereyra, Basinas (Víctor Casadesús, min. 87), Tuni (Doni, min. 46); Arango y Pisculichi.
1 - Villarreal:
Viera; Josemi, Gonzalo, Quique Alvarez, Arruabena; Font (Cazorla, min. 74), Josico, Tacchinardi, Riquelme; Jose Mari (Calleja, min. 83) y Forlán (Guille Franco, min. 62).
Goles:
1-0, min. 1: Pereyra cabecea una falta lanzada por Pisculichi;
1-1, min. 22: Jose Mari se adelanta a la defensa y remacha un gran centro de Josemi.
Árbitro:
Ramírez Domínguez, del colegio andaluz. Fatal. Amonestó a Cortés y Ballesteros del Mallorca, a Riquelme, Tacchinardi, Guille Franco y Josemi del Villarreal. Se equivoco al no señalar tres penaltys claros en area del Villarreal a favor del conjunto local.
Incidencias:
Unos 17.000 espectadores en el estadio Son Moix. El colegiado obligó al meta del Mallorca, Toni Prats, a cambiarse la camiseta negra que llevaba por otra de color naranja. En el minuto 58, los aficionados protestaron con pañuelos la decisión de Ramírez Domínguez de ignorar una falta en el área de Quique Alvarez a Juan Arango.
TOMEU MAURA
PALMA.-El Mallorca se cargó de razones para llevarse la victoria, pero tropezó con el árbitro y su falta de puntería y acabó dejandose en el camino dos puntos que podría echar de menos en las próximas jornadas. El Villarreal, agotado y poco metido en faena, se tomó la tarde como un trámite y debió pagarlo caro, pero al final se lleva una recompensa que no merecio, tras un partido dormido que sólo despertó Arango a base de latigazos y del que ambos salen con el resultado que menos les interesaba.
El Mallorca entró en faena muy pronto, antes del primer minuto. Pisculichi botó una falta desde la izquierda y en el primer palo apareció Pereyra para peinar con la coronilla al lado contrario del que se encontraba Viera. 1-0 inesperado. 1-0 terapeútico para unos pero inquietante para otros. De repente el partido adquirió una dimensión inesperada cuando muchos espectadores no habían tenido tiempo ni siquiera de tomar asiento.
Reconfortado con el gol, Manzano tiró del manual del contragolpe para administrar su ventaja, pero por desgracia al equipo le quedan todavía residuos del reciente paso de la inquisición. Se nota en su inseguridad defensiva. A los 22 minutos una cabalgata de Héctor Font por la derecha acabó con un centro al corazón del área donde Jose Mari se tiró con todo para batir a Prats.
El 1-1 encendió muchas luces de alarma. El Mallorca le vio las orejas al lobo y el Villarreal se dio por satisfecho con el punto. Durante un buen rato el partido quedó sumido en un profundo letargo que nadie parecía interesado en interrumpir. Sí lo hizo el árbitro, pero para mandarles a todos al vestuario con un resultado tan peligroso como incierto.
Nada cambió tras el descanso. Al menos en el primer cuarto de hora, todo un manifiesto de tregua que duró hasta que lo quiso Juan Arango, ausente en el primer tiempo pero muy activo en el segundo, seguramente enrabietado después de que el árbitro no interpretara como penalty una entrada que recibió de Quique Alvarez dentro del área (58 minutos). A partir de ahí el venezolano se echó el equipo a las espaldas y empezó a soltar su zurda, pero primero Viera y luego su punto de mira evitaron el segundo gol doméstico.
Sin un juego brillante ni apabullante, pero sí efectivo, el Mallorca goteó ocasiones de gol con la frecuencia suficiente para merecer el premio de la red. Navarro primero, Pisculichi después, más tarde Doni...Mientras, el Villarreal sólo fue capaz de dar réplica con un derechazo desde muy lejos del italiano Tacchinardi. Prats ya no tuvo que volver a intervenir y el partido se jugó mucho más cerca del área forastera, pero los de Manzano están afectados por el mal de las profundidades. Ahí abajo todo es oscuro, sombra absoluta, y cuesta mucho encontrar la luz. Sobre todo si cuando se otea el faro del fin de mundo aparece el árbitro para enseñar el camino equivocado. No fue la tarde de Ramírez Domínguez. Hasta tres veces tuvo que irse al punto de penalty, pero no vio ni el derribo de Quique a Arango, ni el de Josemi a Pisculichi ni en el descuento el agarrón del que fue objeto Ballesteros en el área. La relación que mantiene el Mallorca con los once metros es inexistente. En 26 jornadas sólo ha marcado un gol de este modo. Otros tienen más suerte. Cuando el estadio se enteró del nuevo penalty a favor del Athletic muchos sonrieron.
A todo eso, el Villarreal había arrojado las armas desde hacía un buen rato, reconfortado por el empate. Riquelme sólo apareció para lanzar un golpe franco por encima del larguero, ni Forlán ni Guillermo Franco fueron solución, y más allá de su gol Jose Mari apenas dejó para el recuerdo un par de travesuras. Del resto, mejor ni acordarse. Poco, muy poco para el flamante cuarto finalista de Champions, mucho más pendiente de sus aventuras europeas que del tránsito doméstico.
El empate es un resultado que no satisface a nadie. El Mallorca le vuelve a ver las orejas al lobo y se queda a un solo punto del abismo, después de una jornada en la que el resto de resultados le favorecieron muy poco. Se va a jugar su futuro en los próximos diez días, primero en el Sánchez Pizjuán ante el Sevilla y sobre todo en el partido de miércoles ante el Cádiz. El Villarreal, mientras, tampoco supo aprovechar los tropiezos de Celta y Sevilla y cada vez tiene más lejos la cuarta plaza. Aunque su consuelo es que quizás esta vez era lógico pensar que bajara el pistón.
La tarde acabó con una sonora bronca a Ramírez Domínguez y con los reproches que le hizo sobre el campo Prats. Esta vez tiene motivos para sentirse perjudicado el Mallorca. No anda sobrado de recursos y lo último que necesita es ser víctima de la ceguera ajena.
PALMA.-El Mallorca se cargó de razones para llevarse la victoria, pero tropezó con el árbitro y su falta de puntería y acabó dejandose en el camino dos puntos que podría echar de menos en las próximas jornadas. El Villarreal, agotado y poco metido en faena, se tomó la tarde como un trámite y debió pagarlo caro, pero al final se lleva una recompensa que no merecio, tras un partido dormido que sólo despertó Arango a base de latigazos y del que ambos salen con el resultado que menos les interesaba.
El Mallorca entró en faena muy pronto, antes del primer minuto. Pisculichi botó una falta desde la izquierda y en el primer palo apareció Pereyra para peinar con la coronilla al lado contrario del que se encontraba Viera. 1-0 inesperado. 1-0 terapeútico para unos pero inquietante para otros. De repente el partido adquirió una dimensión inesperada cuando muchos espectadores no habían tenido tiempo ni siquiera de tomar asiento.
Reconfortado con el gol, Manzano tiró del manual del contragolpe para administrar su ventaja, pero por desgracia al equipo le quedan todavía residuos del reciente paso de la inquisición. Se nota en su inseguridad defensiva. A los 22 minutos una cabalgata de Héctor Font por la derecha acabó con un centro al corazón del área donde Jose Mari se tiró con todo para batir a Prats.
El 1-1 encendió muchas luces de alarma. El Mallorca le vio las orejas al lobo y el Villarreal se dio por satisfecho con el punto. Durante un buen rato el partido quedó sumido en un profundo letargo que nadie parecía interesado en interrumpir. Sí lo hizo el árbitro, pero para mandarles a todos al vestuario con un resultado tan peligroso como incierto.
Nada cambió tras el descanso. Al menos en el primer cuarto de hora, todo un manifiesto de tregua que duró hasta que lo quiso Juan Arango, ausente en el primer tiempo pero muy activo en el segundo, seguramente enrabietado después de que el árbitro no interpretara como penalty una entrada que recibió de Quique Alvarez dentro del área (58 minutos). A partir de ahí el venezolano se echó el equipo a las espaldas y empezó a soltar su zurda, pero primero Viera y luego su punto de mira evitaron el segundo gol doméstico.
Sin un juego brillante ni apabullante, pero sí efectivo, el Mallorca goteó ocasiones de gol con la frecuencia suficiente para merecer el premio de la red. Navarro primero, Pisculichi después, más tarde Doni...Mientras, el Villarreal sólo fue capaz de dar réplica con un derechazo desde muy lejos del italiano Tacchinardi. Prats ya no tuvo que volver a intervenir y el partido se jugó mucho más cerca del área forastera, pero los de Manzano están afectados por el mal de las profundidades. Ahí abajo todo es oscuro, sombra absoluta, y cuesta mucho encontrar la luz. Sobre todo si cuando se otea el faro del fin de mundo aparece el árbitro para enseñar el camino equivocado. No fue la tarde de Ramírez Domínguez. Hasta tres veces tuvo que irse al punto de penalty, pero no vio ni el derribo de Quique a Arango, ni el de Josemi a Pisculichi ni en el descuento el agarrón del que fue objeto Ballesteros en el área. La relación que mantiene el Mallorca con los once metros es inexistente. En 26 jornadas sólo ha marcado un gol de este modo. Otros tienen más suerte. Cuando el estadio se enteró del nuevo penalty a favor del Athletic muchos sonrieron.
A todo eso, el Villarreal había arrojado las armas desde hacía un buen rato, reconfortado por el empate. Riquelme sólo apareció para lanzar un golpe franco por encima del larguero, ni Forlán ni Guillermo Franco fueron solución, y más allá de su gol Jose Mari apenas dejó para el recuerdo un par de travesuras. Del resto, mejor ni acordarse. Poco, muy poco para el flamante cuarto finalista de Champions, mucho más pendiente de sus aventuras europeas que del tránsito doméstico.
El empate es un resultado que no satisface a nadie. El Mallorca le vuelve a ver las orejas al lobo y se queda a un solo punto del abismo, después de una jornada en la que el resto de resultados le favorecieron muy poco. Se va a jugar su futuro en los próximos diez días, primero en el Sánchez Pizjuán ante el Sevilla y sobre todo en el partido de miércoles ante el Cádiz. El Villarreal, mientras, tampoco supo aprovechar los tropiezos de Celta y Sevilla y cada vez tiene más lejos la cuarta plaza. Aunque su consuelo es que quizás esta vez era lógico pensar que bajara el pistón.
La tarde acabó con una sonora bronca a Ramírez Domínguez y con los reproches que le hizo sobre el campo Prats. Esta vez tiene motivos para sentirse perjudicado el Mallorca. No anda sobrado de recursos y lo último que necesita es ser víctima de la ceguera ajena.
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